NOTA DE OPINIÓN

Muchas veces se cuestiona el actual sistema de salud, desde la mirada del paciente o profesional de la salud, donde las barreras burocráticas y cuestiones presupuestarias hacen que sea difícil lograr “salvar vidas”.

Siendo parte del sistema de salud, por elección y por el desarrollo de mi carrera, con la posibilidad de desempeñarme en distintas áreas tanto de forma privada como pública, siempre me encuentro con que el poder de decisión de las políticas sanitarias se terminan abordando desde un solo eje, la enfermedad.

Casi nadie usa el sistema sanitario por salud, valga la redundancia, sino que en general  quien  llega a la consulta lo hace cuando “no da más”, con años de padecimientos invisibilizados, tanto por el paciente como por la falta de médicos de cabecera que sigan su historial médico y familiar, o por cuadros agudos que lo llevan directo a una guardia. Por lo cual, la atención sanitaria tiene el mismo trato: “está enfermo y debemos hacer algo para curarlo”.

Y qué tal si en lugar de ver la enfermedad, vemos la salud?  Tal como la define la Organización Mundial de la Salud, esta última «es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Sería bueno, entonces, que empecemos a cambiar la concepción de su abordaje.

La pandemia puso en evidencia cuál es el enfoque de nuestro sistema sanitario, que vive de emergencia en emergencia.  El cuidado de la salud no es el objetivo, y la evidencia más atroz en la lucha diaria en este contexto fue la adopción de una campaña de miedo donde se instó a la población a protegerse por “lo que te va a ocurrir si te contagiás”.

Seguimos tratando a las personas como pacientes, y el origen de la palabra paciente es “sufrir, aguantar, padecer”. Las personas padecen esperando que los traten como personas, quienes deben ser informadas y empoderadas en el cuidado de su salud, de su familia y, por consiguiente, de la sociedad.

Cuando uno aborda el cuidado de la salud cambiamos el paradigma de una política de Estado, es salir del estado constante de emergencia. Es cuidar un bien público, es una política de derechos humanos, es disminuir las brechas de inequidad, porque la enfermedad produce y perpetúa la pobreza.

Porque mejor que curar las enfermedades es evitar que sucedan. Hoy más que nunca vemos que es necesario impulsar múltiples acciones desde distintos ejes para promover el cuidado de la salud.

Generar verdaderos entornos que cuiden y protejan nuestra salud es urgente. Fomentar las elecciones que permitan cuidar de ella es primordial. Debemos priorizar los programas y acciones enfocados en la promoción de la salud, comprometernos en un plan para mejorar progresivamente su asignación presupuestaria. Con una verdadera inversión en esa área y que sea evaluada como política basada en evidencias podemos tener mejores resultados en el cuidado de la salud tanto individual como colectiva.

Es primordial formar a todos en la salud, por lo que educación debe ser parte de ella. Replantear los contenidos para la toma de decisiones, tan cruciales hasta cuando hablamos del trabajo del futuro. La actividad física debe ser planteada y ejercida como una práctica saludable y no como una tortura u obligación. Incluso, los profesores de educación física deben ser incluidos como profesionales de la salud y ser parte de los equipos interdisciplinarios de la atención primaria.

Disminuir factores de riesgo en la población y tener una sociedad sana es lo que debemos abordar como eje en la pos pandemia, para afrontar los desafíos que nos esperan.