En la actualidad, 6 de cada 10 mujeres estamos activas económicamente, versus 8 de cada 10 hombres. Paradójicamente, a la hora de desatarse la pandemia fuimos las primeras en salir del mercado laboral ante la cuarentena y, seguramente, vamos a ser las últimas en reincorporarnos. Asimismo, somos las mujeres quienes más trabajamos en actividades esenciales y de cuidado (ambas requieren nuestra presencia física), por lo que nos encontramos más expuestas al contagio.

El COVID nos golpeó en la cara, nos hizo ver que teníamos a nuestro alcance herramientas para acortar las distancias y el contacto que el aislamiento provocó, sobre todo en lo que tiene que ver con la comunicación. Movilizamos el contacto presencial discontinuo a un contacto virtual cotidiano. Si comparamos cuántas de nosotras participamos en encuentros virtuales en estos meses de cuarentena, con la cantidad de eventos en que participamos respecto, sin ir más lejos, del año pasado, nos damos cuenta de la importancia del uso de la tecnología, que de otro modo hubiera determinado nuestra ausencia.

¿Será que la comunicación digital y todas estas herramientas que hoy aprovechamos, nos pueden ayudar a despegar de ese piso pegajoso que nos impide dar un salto cualitativo en nuestras vidas? Me entusiasma pensar que podemos aprovecharlas para generar nuevos liderazgos feministas, configurados con características más “nuestras”: poder de adaptación y empatía. Las mujeres pensamos en las necesidades de los demás, consideramos las motivaciones y las frustraciones, por lo tanto tenemos una aptitud natural para liderarlos y ocupar los lugares de decisión.

Y no debemos pensar en la tecnología sólo como un instrumento para mejorar nuestra comunicación: hoy nos brinda un nuevo canal de perfeccionamiento profesional. Podemos potenciar nuestra formación, a través de la vasta oferta de micro carreras, pudiendo acceder al conocimiento y a la información de calidad, actualizarnos, descubrir y compatibilizar lo que queremos para nuestras vidas y nuestro desarrollo profesional. Y, de esta manera, abrirnos a las posibilidades que la tecnología nos brinda para re-pensarnos en el trabajo del futuro.

Cuando hablamos de innovación digital no nos referimos sólo a redes sociales y espacios de comunicación, hay un mundo tecnológico del que debemos tomar conocimiento, y por cuyo acceso tenemos que luchar no sólo como mujeres sino como sociedad: big data, inteligencia artificial, algoritmos que se traducen en “bots” que operan a diario casi sin que nos demos cuenta. Lo que antes era ciencia ficción hoy ya forma parte de nuestra vida cotidiana.

En este proceso que ya está operando, las mujeres no podemos quedarnos atrás. Allí debemos estar todas, tanto las más jóvenes, que son -por pertenencia- parte de la era digital, como todas las demás que debemos incorporarnos.

La crisis del Covid y la necesidad de estos cambios nos impulsan a las mujeres a ver más allá del hoy. Pero, para alcanzar nuestros próximos objetivos, hoy debemos luchar para mejorar la accesibilidad, tanto a internet como a las tecnologías, a lo largo y ancho del país, para estar todas en igualdad de condiciones para escribir nuestro futuro.

Creo que es un debate necesario para lograr distintas políticas públicas y para decidir cómo nosotras vamos a usar nuevas tecnologías como motor de transformación y de oportunidades como mujeres de esta nueva sociedad digital.