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Sin Alberto Fernández en el país, Cristina Fernández se presentó como si fuera candidata a presidenta de la Nación, pero dejó a la militancia con la duda y las ganas de una definición explícita. Todo en el acto del Estado Único de La Plata, donde una multitud celebró el 50 aniversario del regreso de Juan Perón a la Argentina, tras 17 años de exilio, se pareció a un lanzamiento de campaña desde el momento en que una cámara empezó a seguirla a lo largo de una pasarela y mientras arrojaba besos y caminaba hacia el escenario vestida de blanco, un color que solía elegir cuando era primera mandataria.

Realizó reclamos al Poder Judicial y puso nuevamente sobre la mesa el atentado que sufrió el 1 de septiembre pasado. La vicepresidenta apuntó contra los jueces «sentados de por vida como una rémora monárquica en una sociedad democrática que deciden sobre la libertad y el patrimonio» de la gente y son «dispositivos de control de la voluntad popular»; y advirtió que «donde no hay jueces puestos a dedo, presionables y eternos» el sistema «funciona».

En ese contexto, sostuvo además que «no es bueno para la democracia y el pueblo» que sean los magistrados los que «deciden sobre las políticas económicas del país».

En el cierre se le quebró la voz cuando reivindicó los doce años de kirchnerismo en la Casa Rosada y advirtió que «podemos volver a hacerlo porque ya lo hicimos». «Acá lo único nuevo que hay somos nosotros. Los que cambiamos la Argentina después de 2001, somos nosotros», expresó. El saludo fue contenido después de un discurso con el que intentó una vez más convocar a un acuerdo político al oficialismo y a la oposición.

Apenas terminó de hablar, La Cámpora desplegó una bandera con un mensaje sugestivo: «Era tan diferente cuando estabas tú». En la tribuna, Máximo Kirchner saltó – con un militante sosteniéndolo desde abajo – junto con la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza. Integrantes de dicho espacio también eligieron vestir de azul, el color del sello Unidad Ciudadana.

A diferencia de otros discursos, CFK ocultó la frustración de la que tantas veces habló, aunque salvó al Presidente cuando hizo varias referencias a la herencia recibida. «Se han tenido que tomar decisiones por un condicionamiento brutal con que se recibió el país, hay que explicar, no hay que decir está todo bien», dijo tras criticar el endeudamiento de Cambiemos tomado con el FMI. No hizo una sola mención al nombre de Alberto Fernández.

Ante la expectativa de la previa, la vicepresidenta evitó el anuncio que muchos esperaban. Después de que le volvieran a cantar «Cristina Presidenta», tomó agua y respondió: «Como decía el General, todo en su medida y armoniosamente».

El discurso tuvo distintos objetivos. Primero salvar al peronismo de la demonización oída en voces de la oposición. Sobre la pantalla hubo imágenes de Perón y Evita, de Néstor Kirchner elogiándola y de Diego Maradona diciendo que era «cristinista hasta los huevos».

En otro tramó señaló: «Demostramos que las elecciones se pueden ganar», y aclaró que «los condicionamientos que nos han dejado son tan profundos que va a requerir que todos los argentinos tiremos para el mismo lado, si no es así nuestro país será difícil para cualquiera».

En las primeras filas estuvo gran parte del peronismo del amplio espacio del Frente de Todos, pero con lugar central se vio a Axel Kicillof y Eduardo ‘Wado’ de Pedro; los ministros Gabriel Katopodis y Tristán Bauer; decenas de intendentes, desde los ultra K como Mario Secco o Jorge Ferraresi a Juan Zabaleta; el ex canciller Felipe Solá y a Claudio Lozano, echado del Gobierno por cuestionar las políticas económicas.

También estuvo la presidenta de la Cámara de Diputados, la massista Cecilia Moreau. Y aunque faltaron Hugo Moyano y la CGT de Héctor Daer, sí estuvo la CTA, el metalúrgico Abel Furlán y el camionero Pablo Moyano. A último momento el Movimiento Evita decidió ser parte y mandó representantes con bandera.