En la aldea global nada será igual. Las ciudades tendrán que ser diferentes, adecuadas al nuevo tiempo que nos toca vivir. Aún en nuestra propia ciudad, allí donde vivimos, debemos pensar cómo nos adaptamos a la nueva realidad, sin apartarnos de nuestras posibilidades ni de nuestra manera de ser.
La pandemia puso en jaque muchos proyectos. ¿Será que nos mostró de una manera en que tal vez entendamos, en forma casi brutal, que no podíamos seguir viviendo así?
El COVID-19 evidenció la fragilidad de una ciudad no planificada, ni con un rumbo claro debido a la coexistencia de otra pandemia invisible. Las enfermedades no trasmisibles son pandémicas e impactan de manera directa en la salud de todos los habitantes, pero principalmente en los que viven en las metrópolis.
Hoy, cerca del 50% de la población mundial vive en ciudades, y esa cifra se eleva al 70% en la Argentina. En el marco del nuevo paradigma global de repensar las ciudades del futuro la pandemia ha conminado a la acción inmediata.
Y en esta necesidad urgente de redefinir los espacios públicos, que plantea nuevos enfoques urbanos y donde cobra dimensión el concepto de cercanía, se acentúa un nuevo rol de las ciudades intermedias, con las consiguientes responsabilidades de los gobiernos para lograr desarrollos locales requeridos por las nuevas demandas, a través de adaptaciones estratégicas e innovadoras.
Es por ello que nos preguntamos, ¿qué ciudad queremos?
Queremos participar de la planificación urbana para promover espacios seguros, limpios y que promuevan los hábitos saludables. Crear leyes y políticas municipales para reducir la violencia, la degradación del ambiente, promover condiciones de vida de calidad. Invertir en la mejora de condiciones de vida urbana, en el acceso a la vivienda, la protección social y el empleo decente. Reducir las desigualdades entre los ciudadanos para lograr el progreso ascendente social, a través de la salud, la educación y el trabajo.
Queremos construir ciudades flexibles, accesibles y amigables para toda nuestra vida, desde la niñez a la adultez, impartiendo habilidades para la vida y destrezas ocupacionales.
Es importante tener también los recursos y la mirada legislativa para darle continuidad y fortaleza a las acciones de salud. Se necesita de creatividad para implementar acciones que impacten en el bienestar de todos nuestros vecinos.
Como parte de una construcción política, tenemos una idea de país. Como radicales debemos fortalecer el conocimiento, la capacidad y la concientización para responder a los nuevos retos de salud urbana y crear marcos normativos que fomenten la salud y estrategias de gobernanza participativas.
No vimos lo evidente, una sindemia (la suma de pandemias) estaba en curso y el COVID-19 la explicitó. La pobreza, el estrés, la violencia estructural coexistiendo con la mal nutrición, obesidad y el cambio climático. La ciudad es el caldo de cultivo para este o cualquier otro virus que afecte la salud de cada uno de nosotros. Es momento de actuar y participar para alcanzar a la brevedad la ciudad que queremos.