En estos días en que festejamos los 200 años de la creación de la Universidad Nacional de Buenos Aires, yo quiero celebrar y destacar a las primeras mujeres que pasaron por sus claustros y que le dieron mucho a la sociedad argentina.

Y vengo a rescatar a esas mujeres, valientes, decididas, mujeres revolucionarias para su época y para todas las épocas, ante ese insistente capricho de las efemérides de casi olvidarlas.

Grandes mujeres que se formaron en el seno de la UBA, enfrentando las enormes dificultades sociales y hasta familiares que implicaba pretender ocupar un lugar “de hombres”.

Preocupadas por su tiempo, que se atrevieron a cruzar el hall de entrada de las universidades para formarse, para luego ponerse en acción y luchar incansablemente por lograr el reconocimiento de los derechos cívicos y la efectiva inclusión en los espacios de participación y decisión.

Paso a nombrarlas: Cecilia Grierson fue la primera mujer egresada, recién 60 años después de la creación de la Casa de Estudios. Nosotras, las radicales, por ejemplo, llevamos como estandarte a Elvira Rawson de Dellepiane, quien, según los registros, fue la tercera mujer que se recibió de médica en la UBA.

Esa entereza de mujer, pura templanza, participó con valor en la revolución del ’90, no dudó en acudir al frente de batalla donde se libraba la lucha contra la dictadura de Juárez Celman, armando una tienda de campaña para atender heridos, tanto de las fuerzas del gobierno como de las revolucionarias, cuando era una simple estudiante de medicina, y tenía 23 años. Cuentan que en el claustro universitario donde estudiaba, eran 86 hombres y ella.

Luego, cuando ya militaba en los filas de la Unión Cívica, decía: “Se pretende negarnos el derecho a voto y a interesarnos y colaborar en asuntos de interés público so pretexto que no hacemos el servicio militar y pagamos el derecho de sangres. ¿Y las vidas que con nuestras vidas creamos? ¿No valen por millones de los mortíferos cegadores de vida que empuñan las manos de los hombres? Venimos a pedir todos los derechos civiles y políticos al igual de los que tienen los hombres”.

Como mujer radical, resulta imperativo y necesario recordar y honrar en ellas a otras mujeres que se formaron en la Universidad de Buenos Aires en aquellos primeros tiempos. Enormes mujeres que se atrevieron a dar grandes pasos, rompiendo los moldes de la época y perforando las matrices que las excluían.

Necesito visibilizarlas, necesito recordar el vital lugar de estas pioneras, poner en letra escrita lo que hicieron, porque la historia no es un camino vacío de mujeres. Llegamos hasta acá, porque ellas actuaron con carácter, convicción y en territorios sólo habitados por hombres, liderando la lucha por la participación femenina en la vida civil y política y la conquista de derechos igualitarios.

En estos tiempos dolorosos que vive la Argentina, sus vidas, sus grandes acciones, sus “ir para adelante” a pesar de todos los obstáculos, nos deben guiar para rehacer y cruzar puentes rotos, y reconstruirnos como sociedad.

Ellas lo hicieron posible. Y lo lograron por su tenaz convencimiento de que a través de la formación educativa, la ciencia y la cultura, tenían mucho por aportar a la patria.