Jair Bolsonaro, presidente electo de Brasil, es una figura que divide a la sociedad brasileña, no tiene experiencia ejecutiva y dice que no sabe nada de economía. Entonces, sanar a una nación profundamente dividida y encauzar nuevamente a la mayor economía de América Latina será una tarea maratónica. Pero no necesariamente imposible. Hay escenarios en los que las cosas se ven razonablemente bien bajo el mando del ex paracaidista y escenarios en los que se ven deplorablemente mal.
ESCENARIO DE FRACASO
A pesar de las promesas de unificar al país en su discurso de aceptación, Bolsonaro está ansioso por plantar una bandera conservadora desde el comienzo. Si se embarca en una cruzada moral para acabar con los disidentes y reducir los derechos de las minorías, masticando capital político y creando mucho ruido y distracción. Y al mismo tiempo elimina los fondos asignados a cambio de votos para los legisladores como parte de su promesa anticorrupción y niega a los partidos aliados el tradicional acceso a cargos públicos. Todo esto contraría a los legisladores. Su estrategia para negociar a través de comisiones multipartidistas en lugar de a través de los jefes de partido fracasa.
Las negociaciones en el congreso se vuelven un tira y afloje inmanejable o se estancan definitivamente. La ventana de oportunidades para aprobar medidas de reforma estructural, incluida una reforma de pensiones muy necesaria o la privatización de activos estatales, comienza a cerrarse. Las posibilidades de reducir rápidamente el déficit presupuestario, como se prometió, disminuyen. La deuda pública sigue aumentando. Los inversionistas empiezan a ponerse nerviosos y venden los activos brasileños. El consumo y la inversión se reducen. La economía se estanca.
ESCENARIO EXITOSO
Arreglar la economía se transforma en la máxima prioridad de Bolsonaro. Atenúa su discurso incendiario, como lo hizo hacia el final de la campaña y en su discurso de aceptación, y crea una mayoría en el Congreso sin recurrir al clientelismo como los gobiernos anteriores. Ofrece concesiones simbólicas a las comisiones multipartidistas –leyes de armas menos estrictas para la comisión de armas; crédito más barato para los agricultores; y políticas educacionales basadas en valores familiares para los evangélicos– a cambio de apoyo a políticas económicas amigables con el mercado.
Onyx Lorenzoni es nombrado en los días posteriores a la elección jefe de Gabinete de Bolsonaro, como era de esperar, y demuestra ser un hábil negociador en el Congreso. La promesa de pasar más ingresos desde el gobierno federal hacia los estatales y municipales genera apoyo para una modernización del complejo sistema fiscal del país que estuvo estancado durante décadas. Una reforma de pensiones más pequeña y menos ambiciosa y algunas ventas de activos estatales generan suficientes ahorros para reducir el déficit presupuestario y al menos frenar el aumento de la deuda pública. Además, los recortes de impuestos para las empresas y los hogares impulsan la confianza de los inversionistas y los consumidores, ayudando a la economía a ganar velocidad. Los flujos de capital vuelven a ingresar al país, los mercados financieros suben y Brasil vuelve a ser un mercado emergente dinámico por primera vez en casi una década.