El 7 de marzo amaneció con un sol tibio de fin de verano, que salió para todos: sindicalistas y kirchneristas, gremialistas combativos y de la izquierda, peronistas ortodoxos y jóvenes nac&pop. Para todos los que se hicieron eco de la convocatoria de una CGT reunificada contra “el ajuste, los despidos y la apertura indiscriminada de las importaciones” del gobierno de Mauricio Macri, entre otras consignas.
Desde la llegada de los micros y las columnas que bajaron desde Puente Avellaneda, la Ciudad de Buenos Aires fue tomada por la movilización social más convocante de los últimos años (habría que remontarse al 2008 épico del Campo versus el gobierno de CFK).
El entusiasmo de volver a “tomar las calles” se batía con parches de bombos, el agite de pancartas con nombres de barrios del Conurbano y siglas sindicales. En los rostros de los dirigentes se adivinaban las ansias de recuperar la iniciativa política perdida. En mucha militancia el sentimiento era más parecido a rabia contenida.
Finalmente, todo desbarrancó en un remedo burdo del 1 de mayo de 1974, cuando el ala más radicalizada increpó a los organizadores que amagaron con el anuncio de la fecha de un paro nacional. Gremialistas y dirigentes políticos abandonaron raudamente el escenario y el caos se adueñó de la convocatoria dejando esa imagen como cierre.
“Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”, avisa una antigua proclama de Perón que las bases políticas o sindicales agitan en coyunturas que ponen a prueba la combatividad de sus conductores. Como es el caso actual de un peronismo fuera del poder del Estado que negocia gobernabilidad con Cambiemos.
El triunvirato de Juan Carlos Schmidt, Carlos Acuña y Héctor Daer así como toda una estructura institucional cegetista se vio desbordada por una convocatoria mayor a la esperada, dada la situación económica de sectores medios, asalariados y de muchos pequeños empresarios. Si hasta el punto de protesta quedó inapropiado (el Ministerio de Producción, Diagonal Sur y Moreno) ante tamaña concentración, que cabe destacar cambio de lugar y de horario el acto central.
Sus advertencias hacía el gobierno macrista sobre una posible medida de fuerza fueron tapadas por una lluvia de silbidos y disconformidad. “Pone la fecha”, cantaban las alas más radicalizadas de la manifestación, que con el cierre del acto, fueron por la cabeza de los dirigentes. Literalmente sitiados detrás del escenario, algunos como el camionero Pablo Moyano gesticulaba contra los que les gritaban “hijos de Macri”, entre otras ocurrencias.
Como no salieron por las buenas, la dirigencia salió a la fuerza. Su fuerza de choque se trenzó con militantes que no se amedrentaban y devolvían los empujones y algunas manos también. Sólo así Acuña y Schmidt pudieron salir de la zona de fuego, aunque bajo una nube de insultos y algún botellazo.
Al final del día se fueron las multitudes arrastrando disconformidad, en busca de dirigentes que se pongan a la cabeza de sus reclamos.
TESTIMONIOS
Gabriel Katopodis, intendente de San Martín: “Tenemos que construir una mayoría amplia, atractiva y plural como frente opositor. La unidad no debe ser un fin en sí mismo sino debe construirse detrás de las demandas de los trabajadores”.
Leonardo Grosso, diputado nacional Movimiento Evita: “El Gobierno dice que tiene capacidad de corregir sus errores. Esperemos que después de esta demostración cambie su política macroeconómica”.
Daniel Menéndez, coordinador nacional de Barrios de Pie: “Estamos mal y vamos peor en este contexto donde quienes gobiernan deben tomar nota del enorme daño que hacen sus políticas”.