Con loas marinas, el 8 de junio se celebró en todo el planeta el Día Mundial de los Océanos. Sin embargo, son varias las potencias que invertirán fuerte para sacar a la superficie las increíbles riquezas del fondo marino: minerales y metales preciosos, antibióticos, anticancerígenos, analgésicos y materiales para fabricar drones y autos eléctricos. La geopolítica decide y las organizaciones ambientales están en guardia.

Los océanos -y sobre todo el fondo oceánico- son otra superficie por explorar y explotar. Parece que estudiarlo es más fácil que volver a caminar en la Luna o inventar de la nada una ciudad en el planeta Marte.

Las grandes potencias europeas y las empresas que financian exploraciones submarinas saben que el fondo del mar guarda un tesoro que, tal vez, haría innecesaria la fantasía de hacer explotar asteroides para obtener los metales y minerales que comienzan a ser escasos sobre la Tierra. Si lo logran, podrían prescindir de China, un gran proveedor para el resto del mundo.

La carrera oceánica está en marcha. Unos 30 países tienen ya programas de exploración presentados sobre el escritorio de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos y esperan que se aprueben sus solicitudes de explotación submarina.

Dentro de sus propias zonas económicas exclusivas (ZEE), los países tienen libertad para explorar y/o explotar “sus” mares. En altamar, en cambio, más allá de las 200 millas náuticas de sus costas, comienzan las aguas internacionales y sólo la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos puede decidir.

La ONU declaró los fondos marinos Patrimonio Común de la Humanidad, pero la codicia hace lobby.

Desde 1915, los mapas que nos han resultado más familiares son los que señalaban cuatro océanos: el Atlántico, el Pacífico, el Índico, el Ártico y el Austral. Esos fueron, hasta junio del año pasado, todos los océanos del mundo. Hasta que National Geographic legitimó el controvertido Océano Austral y lo incluyó en su cartografía oficial, la que parece regir el mundo o, al menos, la más prestigiosa.

Sin embargo, no es exactamente así. La Organización Hidrográfica International sigue sosteniendo el criterio de que hay un único océano en la Tierra y es global.

Entonces, las divisiones oceánicas son geopolíticas. Como la de los continentes. África es un solo continente pero si España, Portugal y Francia hubieran triunfado en su conquista del norte africano, sería otra la cartografía europea. Las diferencias culturales también recortaron océanos y continentes en el globo terráqueo.

O el caso de Rusia, un país transcontinental: pertenece a dos continentes -Europa y Asia- que no están separados por océanos. El 77 % de Rusia está en Asia, pero la invasión a Ucrania desató una guerra en Europa y no en Asia.

En cualquier océano del mundo, a 200 metros de profundidad ya no llega la luz. A 1.000 metros, reina la oscuridad absoluta, el agua es helada (menos de 0º C) y la presión es entre cien y mil veces mayor que en la superficie.

Sin embargo, para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el océano es una inmensidad aún desconocida y sobre todo, superpoblada. El CSIC contabilizó que hay 972.000 especies del reino animal que habitan el fondo oceánico. Sin embargo, “sólo” pudieron reconocer y clasificar 230 mil.

En esa geografía oceánica, además de fosas, hay montañas, cañones, volcanes y tantas riquezas como en la geografía terrestre. El día en que la sal se extinga, se podría recoger de los lagos de salmuera que los tapizan.

Los científicos esperan encontrar los medicamentos del mañana: antibióticos, anticancerígenos, analgésicos. Además, «el 90% de las patentes presentadas hoy en día sobre recursos genéticos marinos proceden de fuentes hidrotermales», señala un informe de Fondation de la Mer, organismo que trabaja con el Ministerio del Mar de Francia, y «el 52% están en manos de la empresa alemana BASF».

Pero, los científicos afirman que al menos el 30% del océano debe estar protegido para 2030 para evitar los peores efectos del cambio climático. Según los científicos, la explotación de estos recursos minerales afectaría de forma irreversible a este frágil y complejo entorno que ha tardado tanto en desarrollarse.